La Semana Santa en Antequera es uno de los acontecimientos más importantes de esta ciudad desde el punto de vista religioso y cultural. Una tradición que se vive con respeto y que tiene una enorme carga familiar, pues cada barrio, cada calle y cada familia está ligada a un templo. Y nadie escapa a ese influjo porque es una tradición arraigada desde la infancia.
Sus procesiones cuentan con una serie de singularidades y tienen nombre propio. Son muchos los antequeranos que acompañan a las imágenes vistiendo el hábito de nazareno portando cirios, cruces o detrás de los tronos a modo de promesa.
Singularidades de la Semana Santa de Antequera
Los pasos son portados al hombro por los hermanacos, caracterizados por su indumentaria y por el uso de “horquillas” para sostener el trono cuando está parado. Al frente de ellos va el Hermano Mayor de Insignia que guía a los hermanacos durante el recorrido de la procesión.
Otra de las tradiciones en la Semana Santa de Antequera recibe el nombre de ‘amarrar’, que es lo que hacen los hermanacos la mañana de la procesión de su Virgen o Señor. Atan una almohadilla rellena de lana a las parihuelas del trono de manera que el peso resulte menos doloroso durante el recorrido.
Esta tradición se vive y se pasa de padres a hijos, se ve reflejada en una de las figuras centrales de la Semana de Pasión antequerana: el campanillero de lujo. Se trata de un niño o niña de no más de ocho años que cobra especial protagonismo en los desfiles procesionales, perteneciente habitualmente a una familia de la cofradía, que luce una túnica de terciopelo bordada en hilo de oro con larga cola. Los campanilleros van junto al Hermano Mayor y su misión es tocar unas campanitas avisando de que el trono va a comenzar a andar o de que ya lo está haciendo.
Correr la Vega, una tradición histórica
Uno de los momentos es el “Correr la Vega”, que consiste en subir corriendo los tronos de algunas cofradías por las empinadas cuestas. Mientras, el gentío se coloca delante del trono y grita “a la vega a la vega” para dar aliento a los portadores. El origen de esta costumbre era el de bendecir las fértiles vegas que en su día fueron la primera fuente de riqueza de la población.
Otro momento especial es el encuentro, cuando tronos de la misma o distinta cofradía se encaran como símbolo de unión y de felicitación por el recorrido procesional. Las hermandades y cofradías poseen un rico y monumental ajuar procesional, especialmente lujosos en las cofradías que procesionan el Jueves y el Viernes Santo.