La Serranía de Ronda encierra paisajes fascinantes y pueblos blancos escondidos entre un laberinto de valles y montañas. Heredera de su pasado árabe, esta comarca basa su gastronomía en el aceite de oliva, las carnes, las verduras y sus excelentes vinos.
Asomada al famoso Tajo, Ronda posee un patrimonio cultural único. Tras un paseo por el Puente Nuevo, el Palacio de Mondragón y la monumental Plaza de Toros, es hora de mimar el paladar. Una ración de conejo a la rondeña puede ser la mejor opción.
La gastronomía de Ronda está llena de exquisitas propuestas, como el gazpacho y las truchas a la serrana, la sopa de castañas o la perdiz al tajo. Para regar estos platos, lo ideal es el vino con denominación de origen elaborado en estas tierras.
La tradición vinícola de Ronda se remonta a la era romana. Y una de las mejores maneras de conocer los vinos de esta tierra es la de visitar alguna de sus bodegas, algunas tan peculiares, como la que se encuentra dentro de un antiguo convento, un lugar realmente especial donde poder realizar catas de estos vinos.
Comer entre valles y sierras
En los pueblos con sabor andalusí de la Serranía de Ronda, la gastronomía se adapta a las estaciones del año. Los guisos con hierbas silvestres y el gazpacho son habituales en épocas cálidas, mientras que los potajes, ollas, calderetas y menestras se reservan para el frío.
El Valle del Genal nutre además a los hermosos municipios de su entorno de frutas, verduras y hortalizas frescas. Son productos que no pueden faltar en la despensa, junto a las carnes de caza y de granja, el aceite de oliva o los embutidos artesanales.
Con el estómago lleno, toca disfrutar del entorno. El Cañón de las Buitreras, el Pinsapo de la Escalereta o la Cueva del Gato son algunas maravillas que cobija este territorio entre los parques naturales de la Sierra de las Nieves, Grazalema y los Alcornocales.
Productos serranos
La Serranía de Ronda posee una gran variedad de productos típicos, como la mistela de Arriate, el aguardiente de Jubrique o las chacinas Algatocín y Benaoján. En este último pueblo se encuentra la Cueva de la Pileta, famosa por sus restos prehistóricos.
El piñonate, los alfajores y las castañas en almíbar son toda una tentación de la repostería. Aunque los dulces más conocidos de la comarca son las yemas del Tajo y los pestiños elaborados según la tradición musulmana.